«Donde hay justicia, no hay pobreza». Kung FuTse, Confucio.
Hace un par de años la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 20 de febrero como Día Mundial de la Justicia Social con el fin de contribuir a los esfuerzos de la comunidad internacional en el terreno de la erradicación de la pobreza, el fomento del pleno empleo y el trabajo decente, la igualdad de género y el acceso al binestar social y la justicia para todos y todas.
Con motivo de esta celebración, Ban Ki-moon, Secretario General de Naciones Unidas, declaró que la «igualdad de oportunidades, la solidaridad y el respeto por los derechos humanos son esenciales para impulsar el potencial entre los pueblos».
En la actualidad un 80% de la población mundial carece de acceso a una protección social adecuada. Las mujeres son especialmente vulnerables. La finalidad de establecer un nivel mínimo de protección social es evidente: nadie debería vivir por debajo de un nivel de ingresos determinados, y todo el mundo debería gozar de acceso a servicios públicos esenciales como el agua y el saneamiento, la salud y la educación.
No obstante, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en la actualidad más de 200 millones de personas están desempleadas en el mundo, incluyendo cerca de 80 millones de jóvenes –ambas cifras se encuentran o se aproximan a los niveles más altos jamás registrados–. En concreto, el número de trabajadores en empleo vulnerable –1.500 millones– y de trabajadores pobres que viven junto a sus familias con 1,25 dólares o menos al día –630 millones–, va en aumento.
Bajo este panorama la OIT lanzó la campaña «Voces sobre la Justicia Social» protagonizada por figuras reconocidas del mundo político, literario, artístico, cultural, entre otros, para sensibilizar a la sociedad mundial sobre una conciencia real de la Justicia Social. Juan Somavia, Director General de la OIT declaraba: “es vital que alcemos nuestras voces para promover una sociedad más justa”.
Por su parte, Plataforma de Infancia lanzó en 2010 una campaña bajo el título «Nos la jugamos o lo cambiamos» con el fin de movilizar a la sociedad española contra la pobreza infantil y promover acciones que contribuyeran a erradicarla. Para ello propuso la recogida de ideas y mensajes en torno a la lucha contra la pobreza infantil contando con la mayor participación ciudadana posible. Sergio, un chico de cinco años, propuso: «en las obras, que se le dé trabajo a los pobres», como una de sus propuestas para mejorar la situación de desempleo de madres y padres en España y, en concreto, de contribuir al establecimiento de una verdadera justicia social.