Hace un año, la imagen de Aylan Kurdi daba la vuelta al mundo de la mano de la Agencia Reuters. El cadáver del niño de 3 años, indefenso, a orillas de las costas turcas, se convertía en el símbolo de la desidia de los gobiernos europeos frente a la crisis de los refugiados y ocupaba las principales portadas de la prensa internacional.
Han pasado 365 días tras aquella tragedia y tras nuestra átonita mirada, las cifras no han hecho sino aumentar. 423 niños y niñas han perdido sus vidas en el Mediterráneo, demostrando el fracaso de las políticas de inmigración ante la peor crisis migratoria y de refugio de la historia.
Acnur destaca que desde la muerte de Aylan 4.176 personas han muerto o desaparecido en el Mediterráneo, un tercio de las cuales, estima, eran menores de edad. Los Estados no se han puesto de acuerdo en ninguna solución que respete los derechos humanos de las personas que huyen de la guerra, de la pobreza y la violencia. Los llamados acuerdos de la vergüenza de la Unión Europea sólo han conseguido aumentar la cifra de los fallecidos dejar de la mano del olvido a los refugiados, incluidos a los niños y niñas, doblemente víctimas de las circunstancias.
La Plataforma de Infancia ha denunciado reiteradamente la inacción de los gobiernos, especialmente el de España, por mirar a otro lado mientras más vidas humanas se pierden en aguas europeas. Según revela Save the Children, «las niñas y niños refugiados tienen muy pocas vías legales para buscar protección en Europa. Están convencidos de que si existieran canales para que los refugiados pudieran llegar a los países europeos de una manera organizada y ordenada, se evitaría que los menores, para alcanzar su destino, intenten sustraerse al control de las autoridades desapareciendo en los circuitos irregulares. Además, esto permitiría un mayor control de los Estados sobre los procesos migratorios, y reduciría el riesgo de que los niños caigan en manos de redes de tráfico y trata de personas».
Por su parte, UNICEF Comité Español señala que “las políticas de control migratorio son las que a menudo han guiado a los Estados en su respuesta, en lugar de las necesidades urgentes y reales y los derechos de los niños refugiados y migrantes. Si hubiera vías legales y seguras, los niños y sus familias no se verían forzados a verse entre las manos de traficantes que llevan a muchos de ellos por rutas peligrosas o irregulares”.
Es necesario actuar y hacerlo ya. Los niños y niñas no pueden esperar. Sufren a diario la violencia, el olvido, el maltrato institucional, el frío, el hambre, la soledad, la inquietud de no tener un hogar, la desolación de no saber que van a llegar vivos a las costas del destino. Necesitan que sus derechos sean respetados y sus vidas estén protegidas contra todos los peligros.
Por esta razón, la Plataforma de Infancia pide a España voluntad política para cumplir con sus compromisos de reubicación de personas refugiadas asumidos con la Unión Europea y que definitivamente proteja a los niños y las niñas en ruta, frontera o destino que hayan emprendido, invirtiendo el máximo de los recursos disponibles para asegurar su seguridad, el cumplimiento de sus derechos y les devuelva la calma y el sosiego tras cada tragedia vivida.