Hace un par de semanas se puso en contacto con la Plataforma de Infancia Miguel Ángel Malavia, periodista de la revista semanal Vida Nueva para conocer nuestra opinión acerca de la actual situación de la Infancia. Mario Jordá Vidal, vocal de la Junta Directiva fue el portavoz por la Plataforma de Infancia y aquí replicamos parte del artículo publicado el 26 de septiembre en el semanario.
Por Miguel Ángel Malavia
Los niños no son sujetos activos a la hora de hacer frente a la crisis, pero sí sus víctimas más vulnerables, en lo que supone un claro fracaso global. Muchos viven en familias cada vez más empobrecidas y, demasiadas veces, no reciben los de por sí menguantes recursos del Estado.
Pese a que en este 2014 se conmemora el 25º aniversario de la Convención sobre los Derechos del Niño, establecida por la ONU para hacer ver que la protección a la infancia interpela no solo a los padres, sino también al Estado y al conjunto de la sociedad, vivimos en este sentido un tiempo de fracaso global. Si millones de niños, en todo el mundo, están sumidos en la total ausencia de derechos básicos y en la pobreza más excluyente, en España el panorama no invita a un optimismo exagerado.
Así, según recogía a finales de marzo un informe de Cáritas Europa sobre el impacto de las políticas de austeridad en la Unión Europea (UE), la tasa de pobreza entre los menores de nuestro país aumentó del 15,6% al 19,4% en solo un año, de 2011 a 2012. Además, el riesgo de pobreza en este sector poblacional se situaba, en ese 2012 (último año del que se tenían constancia datos), en el 29,9%, por el 21,4% de media que había en la UE. Una situación ciertamente complicada y que se resume con este significativo dato: España es el segundo país con más índice de pobreza infantil de toda la UE, solo superado por Rumanía y seguido de Bulgaria y Grecia.
El eco del informe en España, seis meses atrás, causó impacto… y polémica. De hecho, el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, acusó a Cáritas de ofrecer datos que “no se corresponden con la realidad” al estar basados en “mediciones estadísticas”, lo que conduce a “mezclar conceptos”. En los días siguientes, el ministro fue muy criticado por lo que se entendió como un menosprecio a la entidad eclesial, principal baluarte de la asistencia social en nuestro país en este tiempo de crisis, además de por obviar que el documento de Cáritas Europa, como se decía en su presentación, se basaba en datos del propio Eurostat, la Oficina Europea de Estadísticas Oficiales.
A su vez, por paralelismos, Cáritas Española se vio arrastrada a un debate que jamás buscó, pues sus estudios sociales, los prestigiosos Informes FOESSA, nunca hablan en sí de pobreza infantil, ya que no consideran a los niños como agentes económicos activos, sino como componentes de la institución familiar. De ahí que, como recuerdan insistentemente desde Cáritas, no es posible hablar de niños pobres, sino de familias pobres.
Por tanto, con el fin de indagar en el estado real de la infancia en España y en los riesgos de exclusión que padecen muchos menores, especialmente en estos últimos años de crisis, lo mejor es seguir la senda de los estudios oficiales. Por su credibilidad y actualidad, destaca el informe La infancia en España 2014. El valor social de los niños: hacia un Pacto de Estado por la Infancia. Presentado por UNICEF Comité Español el pasado junio (este es el tercer trabajo del organismo sobre esta temática, apareciendo los anteriores en 2010 y 2012), constata cómo todos los indicadores de pobreza infantil han aumentado (habría ya 2.306.000 niños bajo el umbral de la pobreza en 2013), detectándose incluso casos de malnutrición. Además, observan con pesar cómo se da la paulatina reducción, por parte de las administraciones públicas, de los recursos destinados a servicios básicos para los niños que afrontan difíciles escenarios domésticos. Entre los más devastadores, el de las familias con hijos en las que todos sus miembros están en paro; una problemática que ha crecido en un 290% desde 2007.
A causa de este fenómeno, se da otro cuyas consecuencias presentes y futuras pueden ser realmente graves para el país: en 2012, por primera vez en 42 años, la población descendió en España. Si entonces lo hizo en 113.902 habitantes, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), la proyección para 2013 es ya de 242.437 personas. De seguir así, advierten desde UNICEF Comité Español, dentro de diez años habría 2,6 millones de españoles menos. Y con una población cada vez más envejecida… Lo que, entre otras muchas cosas, pondría en cuestión el propio sistema de pensiones.
Desde las comunidades cristianas, más allá de las múltiples iniciativas sociales que desarrollan por todo el país y que se centran en muchos casos en el fenómeno de la exclusión en la infancia, también sale una voz de denuncia. Mario Jordá Vidal, gerente de la Confederación de Centros Juveniles Don Bosco y vocal de la junta directiva de la Plataforma de Infancia, habla sin tapujos:
Desde 2007, el presupuesto destinado a la infancia se ha reducido un 6,8%, y España es uno de los países europeos que menos invierten en ella: un 1,4% del Producto Interior Bruto (PIB), frente al 2% de la media europea. Los últimos informes de Cáritas y de UNICEF sobre la situación de la infancia en España han puesto cifras a la tremenda situación que todas las ONG y la Plataforma de Infancia venimos detectando desde hace varios años. Que, en nuestro país, el 27,5% de los menores viva por debajo del umbral de la pobreza es inaceptable, y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia ya ha denunciado la negligencia de España ante la situación de los niños y niñas. Jordá ve urgente actuar y hacerlo desde una nueva perspectiva inclusiva, cambiando radicalmente las políticas seguidas, no ahora, sino antes de la crisis.
Es significativo que, en un contexto general de crisis, no podamos utilizar esta como pretexto, ya que, cuando España se encontraba en uno de los momentos de mayor crecimiento económico, la pobreza infantil era ya muy alta. Por ello, si bien ve con cierta esperanza el fondo para combatir la pobreza infantil (17,4 millones de euros) que ha distribuido el Gobierno entre las comunidades autónomas, entiende que esta iniciativa solo es válida “como primer paso”, adoleciendo, al menos, de dos problemas fundamentales. Primero, “su cuantía es claramente insuficiente y, bien empleado, el fondo solo atenderá las situaciones de emergencia o de extrema necesidad, por lo que, aun siendo necesario, no influirá sobre las causas primeras de la pobreza infantil. Y, segundo, porque el fondo, “tal y como está previsto, no señala indicadores de resultados; es decir, no sabemos qué se espera obtener y cómo se van a medir los resultados obtenidos para poder valorar el impacto de las medidas”.
Por un Pacto de Estado
En definitiva, a juicio del salesiano y apelando al espíritu del informe de UNICEF sobre la pobreza infantil en España, lo realmente necesario es un Pacto de Estado por la Infancia. Esto, que lo defendemos todas las entidades pertenecientes a la Plataforma de Infancia, consiste en promover un pacto real que ponga de acuerdo a los gobiernos estatal y autonómicos, así como a los distintos parlamentos y al conjunto de los agentes sociales.
Además, recuerda «el Pacto de Estado por la Infancia es una demanda que procede de las Observaciones Finales que hizo el Comité de Derechos del Niño de Naciones Unidas a España en 2010. En ellas, el Comité demandó una mayor responsabilidad del Estado para asegurar, dentro de los presupuestos generales, partidas específicas dedicadas al bienestar de la infancia, al margen de las situaciones de crisis que pudiera afrontar.
En línea con el papa Francisco, que reclama que los niños y los ancianos estén en el corazón de las familias, Jordá mantiene que «poniendo siempre por delante el interés superior del niño, podremos hablar por fin de una lucha eficaz contra las causas de la pobreza. Se trata de reconocer que las niñas y los niños tienen derecho a que, antes de tomar una medida respecto de ellos, se adopten aquellas que promuevan y protejan sus derechos y no las que los conculquen».
Una tarea, esta, en la que está comprometida la Confederación Don Bosco, la cual según explica Jordá que «trabaja por la defensa y promoción de los menores, especialmente de aquellos que se encuentran en situaciones de riesgo o exclusión social, y lo hace poniendo en el centro al niño y a la niña, haciéndolo protagonista de su propio crecimiento personal y comunitario, abierto a Dios, acogiendo a cada uno como es, con sus problemas y sus expectativas, y favoreciendo la maduración de su propio proyecto de vida, para, desde una lectura evangélica, ayudarle a comprometerse con la transformación de la sociedad». El reto no es pequeño. Tampoco lo es menos la urgencia.